miércoles, 10 de marzo de 2010

"Olor a flores." (Cuento).

 Hoy me volvió a despertar la misma pesadilla. Flores. Miles de flores que caen sobre mí. Millones. Cortándome con sus espinas. Dejándome sin respiración; robándose mi oxígeno.
 Inmundos pétalos que se cuelan por mi boca, atragantándome. Haciéndome vomitar. El nausabundo olor a flores cortadas me descompone. No puedo sacármelas de encima porque son demasiadas. Claveles violetas y anaranjados que me aplastan con poder. Yo trato de salir de allí, pero no me dan las fuerzas porque soy en mi sueño sólo una niña de seis años. Soy apenas aquella niña que fui.
 Puedo ver a mi abuelo a los lejos que viene en mi ayuda. Él, mi amado nonno que siempre me protege y seca mis lágrimas ahora camina lento y lo noto extraño. Está demasiado pálido, casi gris, y su cara no tiene expresión. Pareciera que le falta vida. Yo quiero llamarlo, quiero gritarle, pero las mismas malditas flores se meten otra vez en mi boca. A lo lejos ahora a él le caen otros miles de flores aplastándolo también, haciéndolo desaparecer. Siquiera pudiera reventar en un grito, pero mi mi garganta está seca, como una flor cortada. Me miro el brazo y descubro con horror que se ha transformado en un palido tallo con espinas punzantes.
Despierto sobresaltada. Lloro desconsoladamente. Jorge también se despierta y comprende de inmediato la situación. Me abraza y me consuela. Me pregunta despacito si he tenido el mismo sueño. Le digo que si con la cabeza.

 Amanece. Durante la noche me tranquilicé, pero sólo para que Jorge pudiera dejar de cuidarme y descansar. Yo no he podido dormir más. Nos levantamos a desayunar. Mateo, mi pequeño, ha despertado también y luego de saludarnos con un beso desayuna con nosotros en el patio que está mas hermoso que nunca, ahora en primevera, lleno de plantas repletas de verdor, al igual que hay en toda la casa. Plantas otorgando vida. Jorge nos saluda a ambos y sale a trabajar. A mi me besa con más fuerza sobre la cabeza y me dice que esté tranquila.

 A Mateo lo noto callado y distante. Quizá hasta triste. El transporte que lo lleva al jardín ha llegado y yo entre tanto quehacer no logré preguntarle que le sucede. Cuando está por irse, habla.

_Mamá perdoname si no te gustó mi regalo de ayer. Es que la señorita nos dió una florcita a cada uno para que las sorprendamos a nuestras mamás. Pero a vos te vi triste cuando te la di en la mano. Perdoname, no lo vuelvo a hacer._

 Lo levanto en el aire de un abrazo. Lo beso fuertemente. Le pido disculpas y le digo que si me gustó. Pero prefiero antes que una florcita que esté muerta, una plantita en una maceta, asi la cuidamos y la regamos entre los dos y vemos como crece.

 Su sonrisa de nuevo en su cara me acaricia el alma.

 Ahora se va y yo me he quedado sóla en la cocina en silencio. Mi mirada se pierde en las bolsas de basura. Allí está la flor que tiré con angustia y dolor que Mateo me regaló ayer. La flor cortada. Muerta. Con ese olor único y putrefacto. Con ese nausabundo aroma que tienen.
 El singular perfume de todas las flores cortadas, igual que el de las flores del pasado, que aquella vez cuando tenía seis años, y luego de aquel viaje a casa de mis tíos, volví a casa y golpearon mi nariz en el aire con su presencia.
 Olor a flores que se sentía desde lejos al bajar del auto. Cuando papá, que me había explicado algo como que el abuelo estaba descansando, me toma de la mano y me lleva hasta la casa. Cuando había mucha gente afuera, todos con caras de tristeza. No sabía quienes eran. Al entrar, los pasillos de mi casa estaban repletos de flores. Coronas de flores expeliendo el olor inmundo que no puedo sacar de mi vida. Flores y confusión. Y luego, el cajón sobre la trípode en la sala de atrás. El cajón frío y oscuro rodeado por más de la inmundicia colorida, llevándose mi aire. Y allí, mi abuelo. Mi percioso abuelito, mi nonno protector. Frío y muerto para siempre. Solo llanto en mi cara. Sólo dolor en mi alma. Sólo olor a miles de flores muertas en toda la casa. Olor que sueño. Que recuerdo.

 Por eso el olor a flor cortada que un dia me anunció la muerte hoy me devuelve la trsiteza. Rodeada por aquel perfume fue que se llevaron para siempre a mi abuelo de mi lado. A mi amigo. A mi protector. A mi compañero de juegos. A quien mas tiempo tenía para mi. A él me lo quitaron a la misma vez que ese aire me atosigó.
Por eso es que no quiero flores muertas. Si no plantitas llenas de verde. Que traigan a mi recuerdo momentos felices y me representen la vida. Por eso trato de esquivar las flores cortadas lo más que puedo.
Pero igual se que nunca podré borrar aquel olor de mi recuerdo. Y siempre estará sobre la pena de mi corazón abandonado por él, una flor cortada. Muerta para siempre.

2 comentarios:

Moro dijo...

Muy bueno, gallo querido, me gustó mucho.

No tenía en vos esa habilidad para la escritura, enbuenahora,

Un abrazo, sigo a partir de ahora, el blog.

Sil dijo...

Me gusto muchisimo, quede sin palabras, y el corazón se me volvio chiquito por momentos. Muy bueno.