martes, 19 de octubre de 2010

Los misterios de un amigo.

 _¿Y te dejó no más?
 _Si che. Qué va ser. Pasame los "maníses" haceme el favor.
 _Tomá, Sergio. Salud.
 _Salud mi viejo.

 Los dos hombres bebieron un trago profundo cuando Ramón contiuó.

 _Pero estaba bárbara la guacha.
 _Era linda ¿no? Es verdad.
 _Hermosa, boludo. Tremendo lomazo tenía.

 Hubo un pequeño silencio hasta que a Sergio sintió que las tres cervezas le empezaban a fluir.

 _Voy al baño, negro. Un "tres coma catorce" y vengo.

  Ramón se quedó en la mesa pensativo. No entendía muy bien como su amigo, que acababa de perder una novia tan linda, esté tan tranquilo.
En realidad siempre le pareció extraño el desinterés que Sergio mostraba con las mujeres, aún teniendo acompañantes siempre tan bellas. Pero ésta última era especialmente hermosa.

 _¡Qué linda que se pone la peña esta noche papá! Qué ganas de salir que tenía... Terminamos la cerveza, lo vamos a buscar a Juancito y largamos ¿eh?
 _Es temprano todavía. Che escuchame, y esta mina...
 _Claudia.
 _Claudia, ahí está; ¿no te dijo nada por qué se iba?
 _No, mirá, de decir dijo; pero que sé yo. Si ya se iba no me iba a quedar a escuchar ¿no?. Algo de que no le daba bola, que no era demostrativo con ella, que soy muy salidor y amiguero, no sé. Que quiere alguien que la valore. Eso. Después no sé. Estuvo ahí, dramatizando como veinte minutos, pero vos me conocés. Ni terminó y yo ya me estaba cambiando los pantalones para salir...

 Ramón no pudo impostar un festejo del chiste. Le parecía injusto que este tipo ni siquiera haya escuchado la despedida de la pobre chica, cuando él se moriría por hacer feliz a una mujer así...
 No pudo evitar sostener ese humor manteniéndose en silencio mientras duró esa última botella.

 _Dale negro, vamos. Y no te pongás así gil. Mirá, este es el número_ dijo Sergio mostrándole la pantalla del celular al amigo _Andaba buscando quién le enseñe inglés para la facultad. Vos le decís que yo te di su número, que vos le podés dar una mano y listo. Pero esta noche te quiero con todas las pilas ¿eh? Dejá, dejá que yo pago.

 Ramón guardó la billetera y se quedó atónito mirando a su compañero  irse hasta la caja, y empezó a comprender, en ese sencillo acto, que es lo que hacía a Sergio tan especial.

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