martes, 16 de febrero de 2010

¿Por qué el rencor?

Ha pasado tiempo desde nuestro ocaso. Y ya ni la humedad queda en la tierra por donde corrió nuestro remanso alguna vez, cantando. El viento ha barrido ahora las cenizas donde ardió nuestra hoguera. El final ya es tiempo, es recuerdo. Es nada.

Pero tú al parecer te rehúsas a afrontarlo. A abrazar la vida otra vez y respirar el aire nuevo que todos los días se te ofrece. Quieres seguir respirando aquel oxigeno que, es verdad, alguna vez te supe dar. Pero no siente tu pecho que ese es aire viciado, aire contaminado por el Tiempo y el Olvido.
El sol busca las rendijas de tu ventana cada mañana filtrándose, pero al verlo, pareciera que te ciega, que te duele, y buscas las cortinas mas espesas que lo ofusquen.

 Tú sigues añorando lo que fue. Quieres obtener los dos imposibles de la vida: Volver y Haber Permanecido.

 El Tiempo amada mía, es implacable, y todo lo arrastra en su devenir. El Tiempo inmisericorde trascurre y a nadie deja para después. Volver. Ah… que hermoso sería poder lograr el Retorno. Pero nunca podremos Volver. Estamos marcados con la condena universal del Trascurso.

  Y haber permanecido también lo hubiera querido yo. Quedarme en aquel momento en que tus ojos iluminaban cada momento de mi alma y de mi mente. En que tu vida era el cántaro delicioso por donde podía calmar mi sed cada tarde. En que las cuerdas de mi guitarra solo acompañaban el canto mío de tu nombre. En que tu aire era el mío. En que tu sangre era la dicha. Cuando mis manos, tu pañuelo. Cuando tu sueño, mi delicia. Cuando eras tú amor, eras tú mi vida.

 El Tiempo, otra vez el mismo culpable, se llevó todo aquello. Día a día nuestro sueño se volvió realidad. Despertamos poco a poco y nos encontramos con nuestra humanidad. Nos reconocimos con desilusión en la verdad. Todo entonces dejó ya de responder a nuestros deseos. A nuestros caprichos. Éramos dos desconocidos que se reprochaban la imperfección de la existencia del otro. “¿Por qué no eres quien yo deseaba?”
Contuve la lágrima y pronuncié el adiós, porque bien comprendí ésta, nuestra nueva realidad. Te deseé lo mejor y continué mi andar.

 Darte la espalda y seguir con la mirada en otros horizontes no fue fácil. Te necesité. Yo también he sentido lo frío de mis manos cuando el rocío de la madrugada las congelaba y no tenía quien me regale su calor. He penado por la falta de tu alimento espiritual que me sugería ideas amables. Hubiera deseado tenerte para compartir aquellos mates calientes de la mañana, que de tan solitarios remarcaban el silencio de los lugares. He llegado a pensar que mi guitarra no cantaría más.

 Pero me sorprendió que ahora el Tiempo viniera en mi rescate. Que entonces él cure mis heridas.
 Sufrir el frío me llevo a dominar el fuego para calentar mis manos en las noches. Las pensamientos volvieron a invadirme, y lo hacían muchas veces en el silencio que existía cuando tomaba aquellos mates por la mañana. Y aquella soledad me permitió observar los paisajes con mayor detenimiento. A detenerme en su exquisitez. A entender la belleza que se me regalaba aún contigo o sin ti. Todo estaba a mi alcance todavía. Los pájaros entonaban su canto aún para mí sin pedir nada a cambio. El río todavía estaba ansioso por otorgarme la frescura de su remanso para calmar mi sed cada jornada. Vi que todo estaba frente mío y en realidad, nada había cambiado. Era yo quien no quería ver todo aquello que estaba a mi alcance. La dicha. El amor. La Vida. Todo frente a mí. Y entonces, volví a cantar. Ya sin pena ni rencor. Y, ¿sabes algo? He crecido. Si, esta vez ya no de tu mano, sino gracias a la fata de tu calor.

Y hoy te veo, tan hermosa, pero tan, tan lejana. Si hasta quisiera darnos un beso y reír, recordando lo que fue, pero teniendo presente que nunca volverá.

 Pero tú todavía tienes insistes en un rencor inútil hacia mi. Sé que te supe amar, y solo me queda pedir disculpas si entendí que mi camino era otro.

Ahora, ésto te digo. El sol está afuera brillando. El aire quiere limpiar tu habitación pero no podrá entrar jamás si tú no decides abrirle la puerta. Solo tú puedes aceptar los nuevos amaneceres que ansían encontrarte desvelada, riendo. Viviendo.
No tapes más tus oídos al canto glorioso de los jilgueros trovadores que ansían endulzarte las mañanas.
Las lunas que hoy te ven penando por mi ausencia desean volverte a encontrar envuelta en sábanas de fuego, regalando el calor apasionado y maravilloso que yo sé, como nadie, que tienes dentro.
 Únicamente en tus manos está la decisión de seguir adelante.
Limpia ahora tus lágrimas, olvida tu rencor y continúa. No por mí, si no porque quizá, el día que comprendas que la vida te está esperando, tu primavera ya haya pasado, y entonces querrás beber del cántaro delicioso de la Vida, pero ya entonces las hojas del otoño habrán caído y lo terso de tu bella piel se habrá marchitado sin haber sido regalada, y tu vientre vacío y reseco ya para siempre será entonces la soledad. Y será también la falta de las risas de los hijos que no llenaron las paredes de tu casa. Y los ojos de aquel hombre que hubiese dado la vida por verte reír, vivirán en ti sólo en forma de pregunta. De incertidumbre. Maldita, maldita incertidumbre.

1 comentario:

romina dijo...

a veces parece que todo termina alli, pero hay que seguir con otra meta, de otro modo, y como?