Hace tiempo que nadie va a visitar al abuelo. Yo me siento mal por ésto. Sé que prometí hacerlo todas las semanas, pero la facultad se puso muy pesada este mes. Entre hojas y autores, pienso en su honda soledad de campo inmenso. En su rancho humilde, allá lejos. La lluvia de la otra noche no me dejó dormir pensando en él. Que quizá se había quebrantado su valentía de gaucho, y mi ansiedad fué entonces impotencia e imsomnio.
Pero por fin, todo ésto ya pasó y hoy puedo viajar hasta él. Tengo tiempo de llevarle mi sonrisa, las cartas y carne para que asemos. Para compartir el folclore, un ajedrez y su silencio. Es el único viejito que conozco que no es cascarrabias. Que es tranquilo y amable.
Viajando en el colectivo pienso si volveré a pedirle que se venga con nosotros. Si bien la charla la hemos tenido muchas veces, quiero insistir. Pero ya escucho en mi mente sus palabras explicando que un hombre de campo debe morir en el rancho que levantó con sus propias manos. Que no quiere molestar a nadie y que qué va a ser de sus animales si él se va.
Ay el abuelo. A veces pienso que su soledad me duele más a mi que a él. Que allá estamos todos muy ocupados, y quizá poco a poco ha sido olvidado. No sé porqué todos sienten como una obligación el ir a verlo, en vez de parecerles una necesidad. Tal vez todos tenemos demasiados problemas para llegarnos hasta su proximidad y alegrarlo con nuestra presencia.
Los árboles pasan rápido por la ventanilla, y me percato recién de cuán lejos realmente vive nuestro nonno. Ni un hospital cerca, ni un almacén.
El viaje continúa y mis ganas de verlo me hacen estar inquieto en el asiento. Ya quiero beberme sus historias de cuises cazados por el perro. De la pesca de mojarritas en el arroyo de atrás. De la frecuencia con que las gallinas están poniendo. A ver si tengo la suerte de que hoy ande con ganas de cantarse una zambita, hacerse un recitado.
Quiero estar con él ya. Con mi abuelito querido con el que tantos juegos compartí cuando niño. Que me dejaba corretear las gallinas y me enseñó a cabalgar. Con ese abuelo que no impostaba ganas de jugar conmigo, si no que el también estaba deseoso de mi llegada para compartir la tarde conmigo.
Hoy ya soy un hombre repleto de obligaciones, inmerso en responsabilidades y horarios; lejano a aquél niño que fui, pero sigo sintiendo esa conexión al estar con él. Que no necesitamos decirnos nada cuando estamos juntos. La sola presencia del otro nos tranquiliza.
Mi abuelo, tan humilde pero tan respetable. Tan callado pero tan sabio. Agotado pero trabajador. Aún, después de tantos años, enamorado de Mirian, mi abuela, que decidió partir antes que él. El romántico y poeta. Mi nonno querido.
El ómnibus se detiene por fin en mi parada. Me queda la caminata dentro de la espesura para llegar a su rancho. Ya se siente el aire renovado. El verdor y el canto de los pájaros aceleran mis pasos. Lo imagino armando un banquito, arreglando cosas, siempre haciendo algun trabajito al hacendoso. Casi puedo sentir su abrazo y su olor a yerba y tabaco.
Metros antes de llegar, me extraña lo crecido de la maleza. Como si no hubiera sido podada hace tiempo. La tranquera está abierta y el perro sale a recibirme. Veo extrañado que hay demasiada comida y agua para los animales en el piso. Como si alguien sabría que iba a estar mucho tiempo sin poder alimentarlos. Su caballo no está en el palenque. Si no está, ¿a donde se puede haber ido?
Ya nervioso entro en el rancho, que está sucio y descuidado. Y sí, él no está, ni en su habitación, ni en fondo.
Estoy por ir a buscarlo al río, pero antes de salir, veo sobre su mesa, en evidencia para ser visto, un sobre. "Pal` Juancho" dice en letra de carta.
Debo sentarme en la catrera cuando comienzo a leerla, y mis manos temblorosas hacen fuerza por sostener el papel.
Limpio las lágrimas que van cayendo amenazando con borrar las letras.
Juancho:
¡Nieto querido! ¿Cómo está usté? Sabía que usté iba a ser el primero en venir a ver al abuelo, por eso esta carta lleva su nombre.
Discúlpeme si no entiende que es lo que pasa, pero ya enseguidita le paso a explicar. En realida naide sabe lo que le voy a contar, pero hace poco he ido al dotor. Uste sabe que normalmente no iría, que nada quiero saber con dotores y medicamentos, pero es hace un tiempo i estao sintiendo unos dolores fuertes en el pecho, como faconadas que mi an dejao de rodillas mas de una vez. Como frías punsadas que me dejan sin aire, que me calan asta el ueso.
No se los i querio contar porque no quiero molestarlos, uste sabe. Yo se que todos ya tienen muchos problemas y no quiero ser una carga pa nadie mi amigo.
¡Pero si uste lo hubiera escuchao al maula! Sus palabras an sido piores que cualquier cosa pa un hombre e campo como soy yo. Que necesito una enfermera, que medicamentos todos los días pal corazón. Que basta de asao y que tire al chala que pito todas las tardes. ¡Si hasta me proibió el mesmo mate!
Entonces, disculpeme mi amigo, pero ansi yo no quiero vivir. Uste me conoce mijo, y sabe que pasarme de las ancas del potro a la catrera todo el dia ya es lo mas parecio a matarme.
A la soledad toy acostumbrao, bien sabe, y no quiero nenguna enfermera que me inyete todos los dias. Yo no soy nengún chico que ai que tar cuidando. Soy un gaucho echo y derecho que mierda! y si e de morir que sea como tal.
Por eso, eseguidita que termine estas letras, ensillo el potro y me meto medio el monte, donde pertenezco. Yo ya lo puedo sentir, que la muerte me esta abreindo su tranquera. Anoche i soñao con su abuela, que dice que me esta esperando pa que matiemos juntos otra vez, en el Cielo a de ser. Quiero morir en la espesura de mi campo, Juanchito. Le pido, sepa entenderme y sepa disculparme, pero siempre a sido bien gaucho mi destino.
Me llevo la guitarra pa entonar mi ultima vidala pa su abuela. Me llevo el mate, la pipa y el tabaco. Y me llevo unos vinitos tambien, los ultimos an de ser.
Este es mi campo mijo, y yo soy de aqui, no de un ospital, no de una fria camilla. Quiero sentir los ultimos soles en la cara, y el remanso que me haga el duo pa cantar juntos.
Las punzadas son cada vez mas, y mas fuertes, asique no via esperar otro dia.
Mis ultimas letras son pa uste Juan. Quisiera aberle dao un ultimo abrazo de ombre a ombre, pero el dolor me apura, sepa entender. Quiero agradecerle Juan Manuel, por su amista y su cariño: sepa que toy orgulloso de que uste lleve mi sangre, y de que sea un buen ombre, echo y derecho. Que lamento no estar el dia que se reciba, que ya se que uste queria que sea yo el que le entregue el diploma, pero bueno, se que ese dia va llegar pronto y va ser uste un gran abogau.
Y le confieso que uste es mi favorito de todos los nietos. Siempre lo fue. Gracias otra vez.
Le pido solo dos cosas, como favor de gauchos, de ombres, de caballeros; primero, rece por mi y no me olvide; y segundo, no me haga buscar por favor. Cuando el pingo vuelva solo pal rancho, uste sabra que ya estare descansando.
Adios querido amigo, hasta siempre. Cuidemen los animales, y quedese uste con el facon de plata. (No lo divulgue.)
Hasta siempre.
El abuelo Martín.
Sequé mis lágrimas y de pronto retumbó en mi alma escuchar afuera los cascos de tu flete que ya había vuelto sin vos.
2 comentarios:
por que se parece tanto a papa? ahora decime que hizo el juancho?
Y mirá, el Juancho sintió dolor por un lado, pero tranquilidad por otro, porque pudo ver que la última voluntad del abuelo Martín se había logrado, y que había muerto como en realidad quiso. La muerte es imposible de esquivar, pero pocos tienen la suerte de encarar ese final de la mejor manera. Supongo que eso está por encima de lo inevitable.
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