Que difícil escalonar una sociedad partiendo de un criterio semejante.
Que paradójico suena este inframandato que recalca la importancia del echo de ser solo un partícipe mas.
Si observamos con atención, el concepto “competencia” demanda una selección única de aquél entre muchos que supera al grupo, que consigue un fin determinado por encima de los demás que pretenden lo propio.
La competencia tiene en su estructura substancial una necesidad cabal de alguno que se destaque dejando en rezago y letargo a los demás, logrando una meta cualquiera.
Eso demanda la palabra “competición.” Luego, la intencionalidad de sugerir con la frase que encabeza este escrito una devaluación de ganar aquello donde se participare, incurre en un error de contradicción, ya que como hemos observado, la competencia no es otra cosa que un proceso que en su desenlace muestra un vencedor por un lado, y un grupo por otro.
Por otro lado, ¿qué tan bajas pueden ser las expectativas de quién entra en un torneo con la intención de participar? No son mayores que las de que va sólo con vísperas de presenciar el evento en condición de espectador.
Así no se compite. Así nadie es campeón en la estructura verdadera del concepto.
No sé de dónde salió esta frase. Habrá sido un mal entrenador, o un padre desalentador (cosas casi iguales) que prefirió revelar que "en esta vida mijo, usted vino a perder, así que mejor que vaya aprendiendo..."
Por eso, aunque después pierda, yo quiero salir a ganar. Quiero que los de mi equipo den todo de si también para la búsqueda no de otra cosa que la gloria. El que se contente con participar (léase, “se contente con perder”) que se quede paricipando desde el banca. Porque ¿qué es “no ganar” si no la denominación amable de “perder”?
“Usted gane” dicta una vocecilla desde dentro. “Gane, porque tiene lo necesario para hacerlo. Gane porque la única manera de ser superado es que no lo de todo de sí. Si usted se guardó algo en el pecho que no dejó en el campo de batalla, luego aproveche esas energías para limpiar su llanto y apladir a su vencedor mientras le otorguen el olivo.”
Por eso no quiero contentarme con la derrota. Perder no me deja tranquilo. Jamás aprenderé a ser un buen perdedor, porque ser vencido no será mi estilo de vida y no viviré en quietud y calma después de que alguien se lleve mis laureles.
Nunca hay que contentarse con lo logrado. Es mejor la actitud de quién se fija cada día en horizontes más lejanos y montañas más altas. El sabor a poco sólo queda en las bocas que anhelan nada más que la grandeza.
"Si, es un imperio, ya sé, pero aún le falta..."
Ése es un mejor mandato. Eso sería mejor comunicar. El esfuerzo como fin. Pero también como medio constante.
1 comentario:
gracias por el aliento
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