miércoles, 17 de noviembre de 2010

Por un hermano.

 _¿Ya llegás, Negro? Si, vos entrá no más. Yo estoy yendo con el Juanma a buscar un "Branca." Ya vuelvo. Esperame ahí. Dale, loquito. Un abrazo._

 Ulises cortó la comunicación con su hermano dos años menor, metió el celular en el bolsillo y siguió caminando. Por detrás apareció Juan Martín y entre comentarios y chistes salieron a paso rápido camino al kiosco de la avenida.

 La noche estaba asentada ya. La fiesta en casa de una amiga se estaba poniendo linda, y la llegada de más gente cerró el cálculo que la bebida no iba a alcanzar.

 Los dos muchachos veinteañeros cortaron camino por el pasaje oscuro mientras contaban el dinero desarrugando los billetes.

 _¡Uli, hay como 75 mangos acá! Que lo parió....
 _Bueeeno, por fin una "vaquita" como la gente, carajo. ¿Qué pasó? ¡La metamorfosis de los ratones!

 Juan, joven delgado y de tez blanca, calló su carcajada cuando levantó la cabeza y vió un forcejeo allá a media cuadra. Se acomodó los lentes para tratar de ver mejor.

 _"Mayines", Uli_ dijo por lo bajo.

 Los muchachos desconocían el barrio y no habían sido percibidos todavía por el grupo que atacaba a uno allá a 15 mts, asi que bien hubieran tenido oportunidad de escapar; pero una fuerza interna, inmediata y desconocida; obligó a Ulises a soltar el chiflido.

 Cuando el delicuente se dió la vuelta para ver quien silbaba, descuidó la boca a la que le opacaba los gritos con las dos manos.

 _¡Uli, Ulises!_ se sintió desde allá el alarido que se apagaba entre tanta desesperación.
 _¡Tu hermano, boludo!_

 Lo que sigue pasó muy rápido.

 La piña voladora sobre el pómulo izquierdo a uno de los abusadores en la que desembocó el trayecto de Ulises, llevaba la inercia de toda la corrida, tres veces más rápida que la de su amigo.

 Cuando recién llegaba Juan Martín, el "planchazo" que recibió en el pecho  apenas lo dejó ver como su compañero levantaba en profundo takle a otro ladrón contra las rejas de una casa vecina.

 _¡Rajen, pelotudos! ¡Llevateló al pendejo!_ gritó el hermano mayor, mientras ponía a otro de espaldas contra el piso.

 En los momentos al límite, los que carecen de valor, sólo atinan a obedecer lo que se les ordena, así que Juan alejó al hermano de su amigo de la gresca, sin dejar de ver, atónito, la descomunal fuerza y agresividad que nuca supo, se escondía en su compañero.

 Ulises se montó sobre el malhechor y comenzó a pegarle en la cara, apretando los dientes, lleno de odio. Por un momento sintió unos leves golpes secos en la espalda, que no sirvieron para detenerlo en absoluto.

 Al ver que todos los demás malvivientes salían corriendo, volvió en sí, y un último empujón lo apartó de su rival.

 Se levantó y lo primero que hizo fue corroborar que su hermano estuviera bien. Al verlo sano y salvo y sin un rasguño, luego de darle un beso en la frente y apretarlo contra su pecho, sintió una fría humedad sobre la espalda. "Sudor", pensó.

 Volvieron caminando, recobrando el aliento; y mientras la adrenalina bajaba, debió agradecer también a Juan Martín. Se detuvo y se abrazaron fuertemente antes de llegar a la esquina de la casa.

 _Tenés mojada la espalda, cajeta_ le dijo el amigo sin soltarlo, al oído.

 Extrañado, Juan Martín dió un paso atrás y se miró las manos. Estaban totalmente empapadas en sangre.

 Ulises despertó en el hospital y hay que decir que hoy en día tienen un buen progreso las curaciones de las cuatro puñaladas en la espalda que nunca sintió.

1 comentario:

Sil dijo...

Lo que uno hace por los hermanos
jaja desde cubrirlos en sus travesuras hasta dar la vida por ellos ^^, si estuviera en la misma situación haría lo mismo creo que es un impulso no lo pensas aunque sea mujer por mis hermanas no me importaría, son mi tesoro XD.