miércoles, 28 de julio de 2010

En el gris silencio de aquella tarde.

Un encuentro cruzó nuestras vidas
como ninguno así lo esperaba.
En el frío de aquella tarde,
caía magia tras la cebada.

Respiré aquel perfume silente,
 sentí envolverme en tu pelo.
Y sin pensarlo te ofrecí mi alma
en el quieto silencio de mi pueblo.

Llegó con tibieza un beso divino.
Un ángel entonces nos invitó a volar;
y surcando la inmensidad celeste,
en beso rogamos no despertar.

El Tiempo decidió callar sus horas,
y esa infinita tarde nos regaló.
Y por esa, tu fresca mirada verde,
con tu partida se fue también mi corazón.

Y sobre la piedra de ese banco quedó escrita
una historia que en recuerdos, hoy, arde.
Con humildad quise obsequiarte mi vida
en el gris silencio de aquella tarde.

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